Como ya conocemos, la calificación de eficiencia energética de un edificio se refleja en una letra y cuanto más próxima sea a la letra A sabemos que es más eficiente. Pero esta eficiencia no siempre se traduce en ahorro económico para el usuario ¿Por qué?
En algunos casos la mejora de la calificación en eficiencia energética no es sinónimo de ahorro en el dinero que se gasta el usuario de la vivienda debido a que el factor principal que se tiene en cuenta para la calificación son la emisiones de CO2, por encima del consumo de energía.
En los casos donde se emplee un combustible que emite más CO2, la calificación será peor independientemente del precio que el usuario paga por esa energía.
El ejemplo más claro es el de las viviendas que aún queman carbón en sus calderas. El carbón es barato pero muy contaminante y su letra será mala, aunque los usuarios gasten poco dinero.
Otro caso paradójico son las viviendas que emplean radiadores eléctricos, estos sistemas basados en efecto Joule tienen un rendimiento del 100% y en su consumo final no emiten CO2. Sin embargo a la hora de calificar energéticamente la vivienda, este sistema de calefacción se ve penalizado porque lo que se considera, son las emisiones de CO2 emitidas a la atmósfera en origen, osea en el momento en que la energía eléctrica se produce. Este valor corresponde al global del ‘mix energético’, que incluye tanto las energías limpias (saltos de agua y molinos de viento), como las centrales térmicas donde se quema gas natural y carbón.